Beato José Giménez López


CONTEXTUALIZACIÓN 


Tras el reinado de Alfonso XIII, se instaura en España la II República. Fue proclamada el 14 de abril de 1931 y llegó cargada de un fuerte anticlericalismo. Apenas un mes más tarde se incendiaron templos sin que el Gobierno hiciera nada para impedirlo y sin buscar a los responsables para juzgarles. Bajo las premisas del Papa Pío XI, la Iglesia había acatado a la República, no sólo con respeto sino también con espíritu de colaboración por el bien de España. 

Durante el primer semestre de 1936, después del triunfo del Frente Popular, formado por socialistas, comunistas y otros grupos radicales, se produjeron atentados más graves, con nuevos incendios de templos, derribos de cruces, expulsiones de párrocos, prohibición de entierros y procesiones, etc. Éstos se desataron con verdadero furor, desde el 18 de julio de 1936 hasta el 1 de abril de 1939, desencadenando la mayor persecución religiosa conocida en la historia desde los tiempos del Imperio Romano, superior incluso a la de la Revolución Francesa. 

Al finalizar la persecución, el número de mártires ascendía a casi diez mil: 13 Obispos; 4.184 Sacerdotes diocesanos y seminaristas, 2.365 Religiosos, 283 Religiosas y varios miles de seglares, de ambos sexos, militantes de Acción Católica y de otras asociaciones apostólicas, cuyo número definitivo todavía no es posible precisar. 

A los sacerdotes, religiosos y seglares que entregaron sus vidas por Dios, el pueblo comenzó a llamarles mártires, porque no tuvieron ninguna implicación política ni hicieron la guerra contra nadie. Por ello, no se les puede considerar caídos en acciones bélicas, ni víctimas de la represión ideológica que se dio en las dos zonas, sino mártires de la Fe, quienes serían convertidos en los primeros beatos del Tercer Milenio. 

Todos ellos fueron hombres y mujeres muy ejemplares, plenamente entregados a sus ministerios respectivos. Desarrollaban una intensa labor apostólica y social en colegios, hospitales, residencias de ancianos... Muchos de ellos, además de mártires de la Fe, fueron Apóstoles de caridad, de la enseñanza religiosa, de la formación humana… 

Durante la persecución religiosa republicana, la Archidiócesis de Valencia pagó uno de los mayores tributos de sangre (361 sacerdotes, 373 hombres y jóvenes de Acción Católica, 93 Mujeres de Acción Católica y varios centenares de religiosos de diversos institutos masculinos y femeninos fueron martirizados). Por ello, los arzobispos Mareclino Olaechea y José María García Lahiguera, así como por el Presbiterio Diocesano y el Foro de Laicos, lo mismo que las respectivas Órdenes y Congregaciones religiosas y el pueblo valenciano en general, dedicaron muchas energías para que se reconociera la santidad de estas personas. Personas entre las que se encontraban Salesianos. 

Los Salesianos martirizados en la España republicana fueron 88, a los que se añaden dos Salesianas y cinco seglares cooperadores. La mayoría fueron asesinados por separado o en grupos reducidos en lugares, situaciones y fechas muy diferentes, a causa de la dispersión obligada en diversos domicilios, muchas veces en grandes ciudades. La mayor parte murieron sin ningún juicio previo. 

La Provincia Salesiana Tarraconense en aquellas fechas abarcaba: Cataluña, Valencia, Baleares y Aragón. Un buen grupo de sus religiosos se hallaba en el Colegio Salesiano de Valencia, de la calle Sagunto, practicando los ejercicios espirituales que todos los hijos del Beato Don Bosco solían tener cada verano, cuando fueron asaltados. Entre éstos estaba el cartagenero José Giménez López, quien después de haber pasado algunos meses en San Miguel de los Reyes y en la Cárcel Modelo de Valencia, fue fusilado en el Picadero de Paterna el 9 de diciembre de 1936, junto a cuatro compañeros. 

VIDA DEL BEATO 

José Giménez López nació en Cartagena el 31 de octubre de 1904. Tenía dos años cuando perdió a su madre, Fermina, y cinco al morir su padre, José. Con su hermano Agustín, cinco años mayor que él, fue recogido por una prima de su madre. 

José era un joven de aspecto suave y carácter bondadoso, feligrés de la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen. La tez muy encarnada de sus mejillas hacía que, al primer momento, pareciese avergonzado. Pero no era así. Poseía un natural bueno, adornado con una ligera sonrisa que aumentaba su perenne amabilidad. 

Renunció dedicarse al comercio, como sus parientes, e ingresó en los Salesianos de Alicante el año 1921. Al año siguiente, pasó al aspirantado de Campello (Alicante). Sus buenas maneras y su piedad le valieron para ser nombrado muy pronto sacristán. Mantenía los altares de flores y velas. Era un dechado de maestro de ceremonias para las grandes funciones. 

Su edad y sus dotes intelectuales le permitieron avanzar cursos e ingresar en el noviciado de Sarriá (Barcelona) el 19 de julio de 1924. Allí vistió la sotana y también profesó al año siguiente. Siguió los cursos de filosofía, durante los que cumplió como soldado de cuota, el servicio militar. Vestido de uniforme le tocaba asistir a clase muchas veces, y otras, en cambio, se hacía acompañar por algún clérigo, vestido de sotana, hasta el campo de tiro. 

Fue destinado a Alcoy (Alicante) para cumplir el trienio de prácticas pedagógicas. Su entusiasta trabajo docente y la alegría de sus métodos le ganaron la voluntad de los niños, que le idolatraban. Acabados los estudios teológicos y ordenado sacerdote, fue destinado de nuevo a Alcoy, donde pudo desenvolver sus ansias de apostolado. Su ambición era la de salvar almas y solía repetir: “sólo por confesar a los niños, me hubiera hecho sacerdote”. 

El 16 de julio salió para Valencia, con otros tres salesianos, para hacer los ejercicios espirituales. Sufrió con los demás el asalto al colegio del día 21. Pasó por las penalidades de la cárcel hasta el 29. Y, al salir de ella, anduvo errante por Valencia, pues, contra sus esperanzas, encontraba cerradas todas las puertas. Todos le manifestaban sus buenos deseos, pero el miedo a las represalias, contra los que hospedaban a algún sacerdote o religioso, les hacía obrar muchas veces contra los impulsos de su corazón. Por esta causa, hubo de pasar alguna noche al raso, durmiendo en algún banco de los paseos públicos. En las fondas y pensiones en las que se presentó, tampoco querían admitirle, por carecer de documentación, ya que la cédula, que declaraba su profesión de religioso, era más bien una condena que una garantía. 

Finalmente, la dueña de una fonda, compadecida, le proporcionó una habitación. Pidió un vaso de leche, se cerró por dentro y, deshecho por la fatiga, la emoción y la incertidumbre, rompió a llorar como un niño. Quiso la casualidad que se enterara del domicilio, en donde estaba refugiado D. Antonio Martín, quien había sido su Padre Maestro en el noviciado. Y allí se presentó el día 2 de agosto. Le recibieron con cariño y al oír el relato de sus tristes correrías, la bondadosa dueña, Dña. Ricarda Alemany, se conmovió y decidió darle hospedaje. A partir de aquel momento se convirtió en compañero inseparable de D. Antonio. En aquella casa recobró energías. Pasó una semana de piedad y santas conversaciones. Cuando por fin se creía seguro de cualquier sorpresa, la noche del 10 de agosto sufrió un primer registro en la casa. En el segundo, el día 14, salió de allí al lado de su Padre Maestro, conducido por los milicianos. 

No se sabe, a ciencia cierta, si les llevaron al penal de San Miguel de los Reyes. Lo cierto es que el día 3 de septiembre entraban los dos juntos, otra vez, en la Cárcel Modelo. Allí se encontraron con D. Recaredo de los Ríos y D. Agustín García. Y a ellos se sumaría, el día 9, D. Julián Rodríguez. Estos cinco salesianos se distinguían por su ejemplaridad, su caridad y su apostolado. Fueron puestos “en libertad” en la mañana del 9 de diciembre de 1936, para llevarlos al Picadero de Paterna, donde unas balas asesinas les abrían las puertas de la verdadera y eterna libertad de los bienaventurados.


En nuestra Parroquia podemos encontrar las reliquias de quien fuera beatificado un 11 de marzo de 2001 por S.S. Juan Pablo II. El beato cartagenero es recordado litúrgicamente el 22 de septiembre.